lunes, 30 de agosto de 2010

Llorar


He llorado muchas veces, más de las que puedo contar. De chico es mi medio. 
He llorado de emoción, de pena viendo cartas.
He llorado solo y acompañado, sobrio y ebrio(o sí). 
He llorado solo en mi cama (quién no).
He llorado por amor, por pena, por asombro, injusticia, viendo tele, una obra de teatro o una peli.
He visto a mi viejo llorar.
He llorado en familia, con mi vieja, con mi viejo y pocas veces con mis hermanos.
He llorado por mis errores, por mis logros, por mis amigos y por lo que ya no lo son y por los que volvieron a ser. Por los que siempre han sido. 
He llorado viendo el mar, por el asombro que me produce la  belleza que me entrega la tierra.
He llorado después de pelear.
He visto como la gente llorar y me han dado ganas de llorar.
Una vez peleé con Matías. Yo era chico, 8 o 10 años.

Matías estaba hincado sobre mí, tal cual. Sus rodillas se apoyaban en mis brazos y me inmovilizaba. Su culo lo sentaba en mi pecho. Yo le gritaba "déjame" y él se reía cada vez que yo me enfurecía poniéndome rojo y gritándole. 

Como hermano chico, estaba cagado, sujeto a la inmadurez, la entretención de los ratos de ocio que podía encontrar Matías para weviarme.

Así estábamos, tirados en el piso. No me dejaba salir y yo luchaba con todas mis fuerzas. Trataba de zafarme, pero la fuerza de un hermano mayor siempre es superior. 

El weón jugaba a sentarse sobre mí y a soltar un escupo que se estiraba en un hilo ínfimo, que colgaba justo sobre mi cara y que aspiraba antes de cortarse. El clásico superman que uno podía hacer con una baba después de comer algún caramelo.

En un momento de distracción, logré zafar uno de mis brazos, rojo, con los ojos a punto de explotar. Para mí, la oportunidad de ganar una batalla, una de muchas.

Empecé a tirarle manotazos con mi brazo libre y el weón se ría, pero al mismo tiempo trataba de controlar la situación de nuevo y seguir con su balancín de baba sobre mi.

Entre manotazos y manotazos, Matías me pegó un combo en plena jeta. La boca se me hinchó al toque. Como era de esperar, junté mis fuerzas para llorar y lograr que mi aullido llegara a los oídos de mis viejos. Pero antes de hacerlo, sentí que algo navegaba dentro de mi boca. El weón me había votado un diente de un solo mantazo. 

Le dije "espera, espera, en verdad" tratando de sacarnos del contexto lucha injusta de hermano grande vs hermano chico, y con mi lengua empujé el diente hasta que salió de entre mis labios.
Soltó una de mis manos, pude tomar el diente. A penas lo vi, junté el doble de mis energías, pero las lágrimas habían empezaron acorrer solas. Un torrente pero sin sonido, sin el grito que catapultaría a Matías al coscorrón de su vida, propinado por el peso de la mano de mi padre, un hombre en su minuto, sin paciencias.

Al recobrar el aire y  dispuesto a delatarlo con el relámpago que iba a soltar, me dice "no no shuuu shuuuu no grites, quédate callado, te regalo lo que quieras, te compro chocolates, soy tu suche pero no le digas a los papás por fa".

Rojo como un tomate, con las lágrimas secas en la mejilla, como con un dispositivo automático que abre y cierra el agua de mis ojos, y una sonrisa le dije "ya". 

Con un diente menos, había ganado una batalla por redención. 

El conejito me trajo una luca por el diente. Triunfo doble.

jueves, 26 de agosto de 2010

Táller


Día frío. Feo. Uno bueno dentro de una semana mediocre. Falta el viernes. Llego a mi casa, saludo, cuchareo la hoya de arroz y me animo, me siento y parto. Siempre con un prólogo, como para quitarse la calle de encima. Un poco.

Espero no dejar de sorprenderme nunca. No perder la conciencia inimaginable del mundo interior de cada uno. O sea, del mundo. Y es que voy en la micro, vamos todos solos, en silencio. Mi mente frenética lo observa todo: ambiente, gente, parejas, vendedores. Soy una máquina-captura-imágenes. 

Pienso y todos lo hacen cuando estamos solos, como en la micro. En qué pensará el resto. Yo sueño todo el día. Mil películas en solo un viaje. Me siento un universo entero, incontable, infinito, nada que ver con la egolatría. Me imagino este sentimiento único, en cada persona y siento la inmensidad de la existencia humana. En qué pensará el resto. Esto es una volada.

Me subí a la micro y había un vendedor de parches curitas. El tipo iba acompañado de una niña chica, de esas que en la vista se les nota que aún no interpreta la realidad. El tipo dio su mejor discurso. Fue sincero, o por lo menos su tono de voz. Se excusaba de vender parches curitas ¿cómo? Diciendo que su condicione de sidoso le cerraba las puertas del trabajo, y si bien el plan auge avalaba sus costos médico, no tenía qué comer. Le compré. Le compré una tira en cien pesos. El tipo se baja y la micro es un silencio, como si el tipo hubiese llegado a todos con su historia.

Qué es un momento, son segundos, minutos, horas, días, meses, años, cientos. No. Los momentos son tiempos consumidos por alguna temática: el carrete, la playa, la mina, la noche, tal lugar. Tiene principio, desenlaces y fin. Así se arma la vida.

Me bajo de la micro y el cuerpo de una mujer me distrae. Su caminar ligero, una mano suelta y el meneo de un buen culo. 

Ayer. Hoy el ayer me hace pensar. Ayer me sentí distinto, igual que hoy. Bien. Estoy compuesto.


El taller es un lugar particular, único, no hay dos en el mundo. Si viera ese patio desde arriba, sobre un helicóptero, vería un desastre. De mesa, un carrete para cables de alumbrado público; un par de colchones tirados sobre la maleza verde y picante; y muchas bicicletas olvidadas, puesta una al lado de otra. La mía entre esas.

Por dentro, las paredes son cubiertas por los cuadros que los cabros pintan. Me gusta. Toda la casa: cocina, pasillos, living, baños.

Es de ayer y son las 10 de la noche. Jugamos el primer partido con el equipo, perdimos y nos fuimos a tomar unas chelas al taller.

Todo bien, pero estoy que me orino, salgo al patio a mear una muralla. Algo ebrio, no mal, para nada. Pero ya no estoy sobrio. Suelto el chorro y mancho la muralla y en frente veo una cara pintada con sprinte. Cuatro rayas para dos ojos, una nariz y la boca. 

En mi descargue, me acompaña un maniquí femenino. Se apoya en la pared. Mira la pared. Se siente sola. Pero llegué yo acompañarla. La veo desnuda, descalza entre la hierba que pica, con su vagina pintada de rojo. Muy original. 

El acto siguiente al de mear, merece un espacio, ya que fue una tontera masculina, colegial. Antes de irme, tuve que tocar su pezón de madera. 

Entro al taller y están todos reunidos en torno a una mesa, de la misma calaña que la de afuera. Botellas de pisco, mil latas de cerveza-ceniceros y todo el boche que puedes dar un lugar así.

Tengo la sensación de que alguna gente me subestima. En el caso de ayer, el guatón-nico me encuentra pollo. Por qué. Porque siempre se ha rodeado de flalites. No peyorativo, pero el guatón es bueno para la coca y los pitos, tal dinámica lo ha condicionado a lo que es.

Ya veníamos calientes, y es que el partido que perdimos se había calentado mucho. Tanto así que no se podía jugar. Se detenía cada dos jugadas y las patadas, cabezazos, tacles (por Camilo), empujones, dormilones y focas que nos tirábamos durante todo el partido, nos hizo perder tiempo, concentración y el match.

Pobre árbitro. Qué difícil pega le toco a ese hombre: seis personas por lado y cada uno jodiendo a la marca. "Querí un escupo en el ojo pendejo culiao" le dije a uno, mi marca, lo buscaba para huevarlo.

"Hazme callar una vez más pendejo culiao y te juro que te voy a meter el pico en el culo y mañana no te vay a poder ni sentar concha tu madre" le dije después de que me hizo callar, y me miraba.

"Ven pa acá po weón, estoy ansioso por sacarte la chucha, pégame uno por fa pa reventarte de vuelta" le dije hasta que lo espanté.

Todo partió en la cancha. Yo juego en la banda derecha, en el mismo puesto que el guatón. Por lo tanto, cuando quiero entrar a jugar le pido el cambio. Este weón se cansa rápido, yo puedo jugar una hora sin parar. Rindo y así me lo hicieron notar mis compañeros. Termina el partido.

Estamos en el living tomando chela y el guatón se saca un pito y lo corre con la intención de que no me llegue. Me empieza basilar. 

"Vo soy asufinis, no hay mano con vo, entero pao" él.

"Cállate guatón vo no cachai ni una wea" yo.

"Puros cuicos culiaos" él.

"En mi trabajo entrego weas bacanes a la gente y sé armar casas" yo.

"Una mierda" él.

Yo me agarro el paquete y le digo "toma guatón, pa que no te cansí en la cancha".

"Además te cagai por un pito" yo.

"Vo nunca te hay sacao una wea" él.

"Te voy a pegar culiao" él de nuevo.

"Pégame po weón" le dije, acercándome y apuntando a mi cara. "Sólo pa devolvértelo".

"Sabí cuál es tu problema, es que te tení un maní en la cabeza weón" yo de nuevo.

"Sabí qué weón, me voy, guatón cagao" le dije y me fui. Llegué hasta la puerta del taller y de un brazo me pescó la Antonia.

"Pancho tú hací cosas bacanes, nadie dice que lo que tú haces está mal" ella.

"Ese weón desvalora mi trabajo" yo.

"Cómo tanta mala onda, si son tus amigos" ella.

"Allí dentro nadie es mi amigo, el único weón que acá es mi amigo es Camilo" y lo apunté, me estaba esperando para irnos para la casa. Veía y escuchaba todo.

De la puerta sale el guatón, hace a un lado a la Antonia y me pega un empujón "vo no queríai pelear weón" me dice.

Me han pateado en el piso, me han pateado la cabeza. He puesto un combo en mi vida. He visto peleas entre 50 personas. Batallas a muerte. 

Una vez fui a un carrete fuera de Santiago, con montini y la dani. Al fundo de un amigo del claudio, hermano grande de la dani. Entre el webeo de la noche, el dueño de casa, un chancho con poncho, rojo por el trabajo de mover su humanidad, sudaba como caballo por tanta coca que se había metido. Se acerca a mí, yo le pido fuego y el weón me pega un manotazo en la cara.

No sé si es racional, aunque así se ve, pero en este tipo de situaciones, o sea, después de que alguien te ofrece combos o directamente te pega uno, reacciono con total calma. Me quedo algo estupefacto, porque no lo entiendo, y me callo. Las personas que me han visto así, me felicitan. No tengo ese reflejo automático de recibir y dar la trompada sin pensarlo ni medio segundo. Hay gente que lo tiene como primer reflejo.

El guatón me da un empujón y yo lo quedo mirando, no le despego la vista. Mi cara de odio, de seriedad, de indignación me hace avanzar a donde está él, dispuesto a recibir el primer cacho en el hocico, sólo con la intención de tener una excusa para reventar mi puño en su cara.

De la casa, sale el Leo, Agusto, la pusilla a separarnos. Nos separan porque yo sedo. "Vámonos pa la casa panchito" me dice Camilo. No volteo. Me voy a mi casa.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Trátame suavemente

Alguien me ha dicho 
que la soledad 
se esconde tras tus ojos
y que tu blusa adora sentimientos, 
que respriras
tenéis que comprender, 
que no puse tus miedos
donde estan guardados
y que no podre quitartelos
si al hacerlo me desgarras
no quiero soñar mil veces las mismas cosas
ni contemplarlas sabiamente
quiero que me trates suavemente
Te comportas de acuerdo
con lo que te dicta, 
cada momento
y esta inconstancia,
no es algo heróico
es mas bien algo enfermo
no quiero soñar mil veces las mismas cosas
ni contemplarlas sabiamente
quiero que me trates suavemente
No quiero soñar mil veces las mismas cosas
ni contemplarlas sabiamente
quiero que me trates suavemente
quiero que me trates suavemente
quiero que me trates suavemente
suavemente, suavemente, suavemente.

FELIZ CUMPLEAÑOS GUSTAVO CERATI,
GRACIAS POR TODO

martes, 10 de agosto de 2010

Educación: una idea añeja

Si el país entero se educa, tendría a todos distraídos en la salas de clases. Por lo tanto, no tendría las calles llenas de ocio.

Si tengo a todos educándose, no habría tiempo para delinquir. Por lo tanto, las cárceles no estarían colapsadas como lo están. No serían un problema y a la vez habrían menos carabineros en las calles, que no es la solución a la delincuencia.

Si tengo a la gente educándose, sabrían que no pueden morir detrás del volante por culpa del alcohol. Y así, no tendría los hospitales trabajando a full cada fin de semana. Un problema menos.

En fin, creo que educar a toda l a población y gratis es una inversión a largo plazo, al igual que el proyecto que debería guiar esta idea. 

Cuando estén todos capacitados, tendremos a toda la fuerza productiva de un país, produciendo, trabajando.

Lo que no entiendo es por qué las autoridades no hacen nada hasta el día de hoy.

La educación debería ser gratis:

ESTÁ EN LA CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA DE CHILE


Algo así

La pereza está desparramada sobre el escritorio. Inquieta en su propio espacio, solo tranza dentro del ocio.

A las ganas por fin las desataron, dejando rojas las muñecas de sus manos, que apenas se soltaron, empezaron a frotar sus palmas buscando qué hacer ahora.

El odio lo mató la experiencia, tal como al malo de película gringa. Desapareció después de su brillante protagonismo. Esta vez no volverá. Un fina feliz.

La tranquilidad no se quedó tranquila, la inquietud le da vida.

La templanza posa sus pies sobre una tabla, que a su vez está sobre una pelota. Mantiene el equilibrio hasta lograr la quietud.

Las pequeñas mentiras no hablan, se mantienen silenciosas para no ser escuchadas. Por ellas, ni que las miren. Son como tortuga escondiéndose.

La verdad siempre se impone. Tan claro como que la tierra gira para que "salga el sol". "¿De dónde salgo por favor?" se debe preguntar el sol.

La cordura sigue en su línea, como un ebrio en pleno alcohotest, hablando huevadas, dando el jugo que le da la vida: las risas.

La amistad no quiere saber nada más del compromiso. Pelearon. Ella le dijo a él que lo que los unió antes ahora los separa y que es mejor vivir sólo los momentos. Y en eso quedaron.

El amor se fue en un viaje solitario. Tomó sus cosas, dijo adiós y se fue a recorrer lo que no conoce. Se aburrió del intento, su amigo incondicional que lo engatusó cuántas veces. El amor vuelve, pero no para probar, sino para oler y saber si debe o no probar. Un paso antes.

La felicidad lucha. Es un fans incrustándose entre la gente de un concierto, sólo para llegar adelante y saltar y ver a su ídolo (o sea, yo)

La responsabilidad sigue inmadura, colgada de su rama sin ojas, cansada de esperar para ser comida.

Y el tiempo, qué tiempo. Pasa y se ríe de todos a la vez. Mientras su colega, la vida, le dice que se calle, que no alardee.

Las ideas se ven inquietas. Están todas juntas, paradas una al lado de la otra. Se toman las manos, sudan. Sus ojos grandes y bien abiertos esperan. Se susurran algo. Callan, miran y se vuelven susurrar.

El dinero es una rata que come lo que pilla en el suelo.

Las verduras y frutas se volvieron locas, se pudren, se niegan a cumplir su papel. Simples frutos no son.

Los árboles me hablan al pasar. Se mueven y chocan sus ramas en mi cara. Lo hacen apropósito. Les molesta el olor a mi tabaco y que el perro les mee los pies. No es mi culpa.

El frío ya no da tregua. Deberían ser todos como él. Cuado es su momento, su tiempo, da lo mejor de sí y aunque le da lástima, tiene que llevarse un par de vidas para dejar su nombre en alto.

El calor es tímido. Sol de invierno, pero es paciente, sabe que se va desquitar. Sabe que la venganza se sirve en platos fríos. Qué loco.

El alcohol y el cigarro están podridos. Son como la hiera mala o la carne de perro, nunca mueren a pesar de todo. Me tienen podrido.


La palabra manipula a la acción, que después de decir algo se gira para buscar la aprobación de su dueña. ¿Lo hice bien? Le pregunta.

Palabra: pesas tanto que no eres de fiar (discúlpame) porque eres un arma de doble filo. Traicionas a quien te concreta en la vida.

El presente es el pasado a cada segundo, que al fin y al cabo es un constante futuro. Son los tres monos que no escuchan, hablan ni ven. Están.

La música es... la música es mi confidente, me escucha y yo a ella. Es la patas negras de la soledad, amiga de la que me aburrí de conocer muy bien. Por lo menos la entiendo, pero ya no la escucho. Para eso tengo la música.

Finalmente la muerte, inédita para los vivos, recurrente para los ojos y las noticias. No avisas hasta que eres predecible y te muestras años, meses o días antes. Después vuelves a ser impredecible, tu condición.



Sin dientes


Marco conoció ayer a Fabiana y al otro día la invitó a su casa. Para vivir en edificio el techo era alto, tres metros por lo menos. Piso de madera. Todo decorado con los colores blancos, negros, grises, rojos y cafés iluminados por los ventanales que cerraban el balcón.

Marco apoyaba su brazo a lo largo del sillón de cuero, mientras Fabiana se distraía buscando el posillo con maní. Después de comer, Marco se llevó una mano a la boca, algo le molesta. Hurgueteó. Con sus dedos se tocó un diente que sacó con  un suave meneo. Entre los dedos lo ve. Frente a su cara sostiene uno de sus dientes desgastado, entre color crema y gris.

Antes de que Fabiana dejara de comer y volviera la vista, Marco se paró, tapándose la boca. Miró la palma de su mano pintada color sangre. De a uno, se le cayeron todos los de más. Dio media vuelta y caminó por el pasillo hasta el fondo. Marco miró a su madre y llorando le preguntó "quiero saber qué me pasa".

En la televisión daban un reclame de agua vendita embotellada, un cura actuaba la promo. La botella era transparente y no lleva etiqueta. Cuando Marco entró a la pieza, su padre despegó la vista de la tv y lo miró, tomó el teléfono e hizo unas llamadas.

Iban en el auto, su padre manejaba y él de copiloto. Su mano derecha afirmaba su muñera izquierda, mano que sostenía todos sus dientes. Llegaron a un "centro asistencial". Era más un colegio de un piso, de blanco y con pequeños patios intercalados entres casa y casa.

Su pelo corto, negro, dejan ver la expresión de sus sejas inmóviles en una posición chata. Que bajan para buscar repuesta y luego ceden subiendo preguntando por qué. Se le perdieron los ojos café. Es como soñar despierto, quieto, por un pequeño viaje de la imaginación y despertar. ¿Ah? ¿Qué decías? Entrando como cualquiera que sale de su cabeza al resto.

Una mujer le tomó la cara con ambas manos. Es un rostro que conoce: pelo largo y negro, ojos grandes y verdes y una boca dibujada a mano. Qué ganas de morder. Al mismo tiempo, él la tomó de la cara y la besó. Antes nunca lo había hecho.

"Marco escúchame" miraron los ojos que ardían. "Todo lo que escribiste algunas vez nunca sucedió. Tú nunca lo escribiste. Cuando lo hacías era yo, y cuando yo lo hacía, en verdad siempre fuiste tú" le dijo esto y se fue.

Las cejas de Marco dejaron de buscar. Se apaciguaron.  Quedaron como cuando duermen, quietas, naturales. Esa pasó a ser su expresión diaria. Todo un autista.

En el lugar, la gente lo perseguía: las enfermeras se detenían en medio del patio, perdían unos segundos en verlo y seguían a lo que iban. Los enfermos se escondían detrás de los árboles para observarlo. Hasta algunas visitas lo contemplaban, quieto, para un premio gines.

Marco miró sus manos posadas sobre el delantal. Limpias. Ya no cargaba sus dientes. ¿Recién? Su lengua no se acercó al frontis de su dentadura, no quería averiguar si aún seguían todos ahí. Quizás no. Tiene miedo de encontrarlos y caer en el hoyo, no saber qué es real y que no. Ya no sabe distinguir. Piensa que toda la vida es un sueño, ideas, trabajo, amor, todo

Se lo llevaron del lugar a casa de un amigo. Vivía en bloques de cuatro pisos, en la falda de un cerro. Marco sostenía una maleta, parado sobre el caminito de cemento que lo llevaría a su "nueva" casa. Junto a él, una mujer apuntaba con su mano el edificio y la otra se apoyada en la espalda de Marco. Ella lo miraba hablándole, pero él sólo veía la boca moverse.

Descalzo, con un pantalón de pijama celeste y una polera blanca manga larga, Marco está parado en la entrada de la casa. Ve una cama matrimonial en el living. En frente, una pantalla de tele gigante y uno de los dos controles de playstation sujetado por un gordo, pelado, pero con un choco-panda que lleva años creciendo. El tipo está enajenado con el juego, como un niño pero con 35 años. 

De partida, este huevón nunca fue mi amigo. Lo vi un par de veces, amigo de amigos, nunca enganchamos en la buena onda. Era un huevón muy enrollao. Quién iba a pensarlo, de todos, sólo apañó éste. Rayos. 

Es difícil entender mi condición. De hecho, no pueden. Yo sí puedo. Me iluminé. Me siento pleno. Paz. De alguna forma, única, por ser persona, todo de una vez calzó en su punto, como en la comiza al dente. Cuando las cosas dejaron de funcionar, hasta el tiempo, cayó todo en forma de un espiral que crecía en la parte más alta, de donde yo miraba y veía un círculo. ¿Qué quieres saber?

Luego, de a poco, hasta incrementar su velocidad a lo normal, la máquina funcionó. Yo me quedé en el segundo anterior, donde el mundo, mi mundo se detuvo para luego verlo partir como un tren. Ahí me quedé, parado.

Algo perdí. Una de las tiras que me amarraba a la vida se cortó. Estoy detrás de una ventana y no quiero vincularme con lo que está de otro lado. Se me dieron dos opciones. Es como tener dos conversaciones y girarte para escuchar solo una.

Yo no podría vivir así, con basura en el piso. BASURA. Esa cama tiene sólo un juego de frazadas. Apostaría a que no la han hecho, a lo menos, desde a se un año. No fuma cigarrillo o este lugar sería un cenicero, de seguro.

Así funciona mi cabeza ahora. S é lo que le sucede a la gente por us expresiones y el tono de su voz. Veo todo y sé perfectamente qué sucede a mi alrededor. Si no lo escucho. Huelo y sé qué cocinan, qué aliños ocupan y cuánto de cada uno. Pero los sabores y olores ya no me llaman, perdieron su valor, como todo. No encuentro razón una para volver. Siento mil estímulos pero no logro ver cuál es su vínculo entre ellos y yo.

Una señora estaba sentada en el banquito de entrada de la casa. Miraba la espalda de Marco, esperando que se girara para verla. Ella lo vino a ver a él y llevaba un buen rato esperando. A mí ya se me había olvidado que estaba.

Se aburrió de esperar y la señor se paró en frente de él, posó su mano en la frente de Marco, cerró sus ojos he inclino su cabeza unos pocos grados hacia atrás. Su boca quedo semi abierta. Un par de segundos después, dejó de tocarlo, bajó su cabeza y antes de irse le dijo al  oído, suave, sin sonido "tú no eres así y lo sabes". Dejó la puerta abierta.

Hace años que Marco no mostraba un impulso. No lo pensó. Salió de la casa, se paró en la entrada y miró el patio desde el segundo piso.  Una ladera algo empinada y cubierta de pasto se había convertido en un campamento de gente que estaba dispersa por el lugar.

En la puerta de entrada, pero esta vez de afuera, la gente se acercó a  Marco. La mayoría cargaba un libro. Después de un instante de contacto visual, empezaron a levantarlos por sobre sus cabezas, chiflando, gritando, otros aplaudiendo.

Al gordito le dio frío, la corriente perturbó su estado. Salió a la puerta de entrada y de los hombros guió a su amigo para dentro, dejándolo en le mismo lugar de la mañana. El gordito apagó la play y prendió la tele. Lo vi de nuevo y ahora me parecía más extraño. ¿Qué y por qué tanto alardeo?

Es involuntario, lo juro, pero mi cuerpo se está moviendo por segunda vez en un día. Algo pasa. Me acerqué a la tele y el gordito que se acomodaba entre la pared y las almohadas me quedó mirando "ok, amigo, muy bien, eso ya es algo" me dijo pero ni lo miré. 

Estaba pegado a la tele. Veía un micrófono fijo en plena calle, un fondo azul. La gente paraba y daba las gracias. Muchos sostenían el mismo libro que la gente del patio. Qué tiene. Son muchas las caras en la tv. Unos tratan de decir algo, les vibra la pera, bajan la vista, levantan el libro ante cámara y luego pasan a otra persona por una edición dinámica, televisiva. 

Lo que viene no lo entendí. El gordito se despojó de su templo de comodidad, para pararse junto a mi lado. Puso una mano en mi hombro, por primera vez lo miré y sonreía con esa mueca de labios sellados. Con un par de palmaditas en la espalda me dijo "debe ser difícil para ti entender todo esto, pero por muchos, gracias" y cambió de canal.

lunes, 9 de agosto de 2010

regalito

Hoy me pasó una de esas cosas que no pasan muy amenudo pero cuando pasan es bkn. Me encontré 5 lucas entre los cedes, ordenando, limpiando, reciclando mi pieza.
¡ESA!