domingo, 20 de marzo de 2011

Bailar

Cuando estoy solo en mi pieza, me da por bailar. 
Cierro los ojos y me imagino a la orilla de la playa. 
Mis pies descalzos comparten de a uno el piso. 
Con la música, sobre el pasto mojado por el rocío, ya es todo el cuerpo. 
Los brazos bailan distintos a las manos, palmas y dedos desbocados.
La cabeza rebota a su ritmo a-tiempo del sube y baja de los hombros.
Con el vaivén de la cadera, muevo todo el cuerpo hacia un trance infinito.

martes, 8 de marzo de 2011

Me fui de viaje sin maletas


La ruta me enseñó a caminar con el espíritu ligero. Si pido, no hay engaño. Si acepto, no mostraba el ansia ni el hambre. La ruta dijo que levante la vista, pero mientras la tenga pegada al piso, que me fije, que uno siempre se encuentra algo. Una máscara de gas, miles de zapatos sueltos, vidrios y pedazos de neumáticos esparcidos por el desierto, entre otras cosas. Entonces: horizonte. Bajo ese Sol, durante días y racionando mi agua, horas y sueño, supe que siempre llega el aventón no esperado.

La calle me enseñó a moverme. A ir atento viendo todo y callado. Dos orejas y una boca: para escuchar el doble de lo que hablo. Me enseñó que no soy un turista, sino un viajero, y  que todo pasa por algo. Que cuando ocurra, piense y sea fiel al primer sentimiento, y a guiar (me). Despertaré una mañana y compartiré mis pieles. También la ropa que fui regalando en el camino, hasta quedar desnudo y verme de espalda caminado hacia el mar.

Los gitanos me han dicho que debo ser una copa y abrir los brazos al cielo para recibir todo el conocimiento. Dijeron que caminara todo el planeta por mi calidad de humano. Hablaron de halcones y semillas, de serpientes y espejos, de monos y manos galácticas que me conectan con el Universo. Que debo mi compañía a ellos. "Sabes de lo que hablo" dijo Shela, sujetando mi mano dura que descansaba entre sus arrugas. Una falda a flores, no dejó ver sus pies. Pulseras, aros y un turbante rojo componían sus ojos azules profundos por las muchas vidas.

Los artesanos admiraban mis amuletos. Un par de palabras era lo único que nos reconocía en ese momento. También un tabaco bien enrolado. Me regalaron un macramé para el tobillo, "para que se fije bien su paso" dijo Tela. Yo les regalé algunos bailes y caras de loco, que después de unas carcajadas, sacaron los suspiros. Les regalé lo que sabía y conversamos horas y días. Sentados en la arena, mojados por el mar, que mados por el Sol, nos contamos qué habíamos descubierto de todo esto. Coincidíamos. En cambio, otros, tiraban un mantel rojo sobre la mesa y sacaban todos los instrumentos: hilo, tijeras, alambre, rocas, lija, fuego y el tabaco sobre la mesa, para comenzar una maratón nocturna, en silencio y de puro arte. Me enseñaron, todos, a desayunar fruta y agua.

Malabaristas. Ellos son los reyes de la calle. Pocos se ven de día, todos salen de noche. Son de todas partes del mundo. Fuego, espadas, monociclos gigantes, bolas de cristal y miles y cientos de pelotas y clavas cubren el cielo. Las palomitas encendidas bailaban en círculos sobre la cabeza de una mujer camaleón, que mueve su cadera con una mirada insinuante. El francés con su sombrero rojo y blanco, habla borracho entre los dientes y tres clavas ahumadas. No sonríe. Desconfía porque cuida su diente de oro. Pero la mayoría de ellos son de carcajadas espontáneas y escandalosas. No hablan, sólo te pasan el trago. Dreads y pieles quemadas me enseñaron a caminar descalzo.

Los hippies me regalaron un short y una ramera para la noche. También su último tabaco. Nos entregamos música, coqueteos intencionales. Nos y regalamos flores y sonrisas,  bailes y el contacto de las manos sobre los cuerpos entregados por amor. Abrazos. Besos. Cenas inolvidables al color de la noche y al calor de las ollas negras sobre la fogata. Qué olor. Copas y caños siempre rodando día y noche. Todos bajo la sombra, nos contamos historias, más de un chiste. Y en verdad, entregamos lo mejor que tenemos, nuestra energía de río bajando hacia el mar para crear espacios nuevos en la tierra. No existen los pero a la hora de entregar. De ellos aprendí a enseñar, mientras todos nos vamos enseñando.

domingo, 6 de marzo de 2011

Evolución del pensamiento global

Un día los enchufes dejarán de dar corriente.

Las cañerías se quedarán sin agua. 

Las calles se llenarán de personas.

Luego, todos emigrarán.

Si en algún momento, se quiso conocer el mundo entero y cada uno de sus lugares únicos por naturaleza, éste va a ser EL momento para hacerlo.

A pie.

La tierra volverá a ser libre y con una sola ley.

Volveremos a la leña, a matar el cabrito o salir de la huerta con las manos sucias con tierra. 

Los dichos que escuchamos durante años, hasta perder su sentido, serán entendidos en toda su simpleza.

"El que guarda...

"Más vale...

"Sabe más por viejo...

Vamos a sobrevivir, para volver a vivir.

Sin límites, ni fronteras, el ocio reinará para producir el verdadero legado de la vida humana.

Y la información, siempre ha estado ahí, en frente nuestro.

Es como ha sido siempre.

Televisión e Internet nos entrega todo, y, a la vez, nos lo quita.

Quita: verdad, salud, las relaciones humanas.

Entrega: distracciones por miles de estímulos, al que cada cuerpo responde de una forma distinta.

He visto el mundo destruirse de cientos de maneras.

Pero, aseguro, que la realidad supera la ficción.

Ésta última, nace de la primera.

Todos vamos a vivir una verdadera aventura.

Entonces.

Con esta certeza ¿qué hago ahora ya?  

Quien cuidó su bicicleta, para entonces, será el más rápido entre Ferrari y Ducati, secos y sin combustible.

El dinero volverá a ser papel. 

Quien cuidó su cuerpo, tendrá una vida más larga y por primera vez verá luces en el cielo que jamás antes vio.

Y de lo que hemos vivido hasta ahora ¿qué va a valer la pena? 

Las cosas que siempre las han valido:

Ir a la playa.

Conocer gente.

Subir a escalar la montaña.

Dormir bajo la sombra de un árbol, en medio del campo, junto a un río.

Pescar la comida.

Compartir una buena botella de vino.

Una buena conversación.

Hacer el amor con una mujer.

Tocar y cantar música.

Reír y bailar.

Leer y escribir.

Dibujar, esculpir, tallar.

JUGAR

Pero, entonces… qué hago aquí.

Para qué pactar mi vida con un banco.

Para qué estudio.

Por qué malgasto mi vida por un trabajo. 

Sólo me queda relajarme y esperar tranquilo.

El mundo entero se cuchichea los oídos.

Sólo me toca seguir haciendo lo que vale mi pena.

Y me preparo con un bidón con agua, un cuchillo, velas, cuerda, para recibir el mundo, la tierra misma, con el amor inmenso que vale esta espera.

Y nos tocó a nosotros vivirla.

Todo es por algo.