Repetí segundo Básico. Me "hicieron repetir" en el Luis Campino, pero me cambié a otro colegio: Casa Blanca. Recuerdo estar en prueba de inglés, todos metidos en el control, concentrados, en silencio, y yo mirando todo, distraído, mirando para el lado, viendo qué hacía el otro. En la prueba, había dos columnas: una con palabras en inglés y otra con palabras en español. Había que juntar con una línea las dos palabras con el mismo significado. Como no sabía nada, me puse a copiar. Miraba de donde salían las líneas y veía a donde terminaban y así. Mis notas era: 1, 1, 1, 7, 1, 7, 7, 1, 7. Mis profesores notaron la extrañeza y un día, en una prueba, mi profesora me sacó adelante y tuve que hacer la prueba de rodillas, apoyando la prueba en una silla, frente a todo el curso. Me saqué un 1.
De ahí, los tres hermanos, nos fuimos al colegio Casa Blanca. Era una casa pintada de color blanco y sus piezas eran las salas de clases. El colegio era de bajos recursos y barato, algo que en el mal tiempo que pasaron mis padres (económicamente) calzaba bien para continuar nuestra educación. El perfil: colegio para niños con déficit atencional, disléxicos, niños violentos y algunos con riego social. También había un niño en silla de ruedas con algún retraso mental. El colegio llegaba hasta 8 básico y mi hermano más grande iba ahí, le decían guagua por lo grande.
Vi de todo: peleas a combos y patadas en todo el hocico, guerra de piedras, cumplir apuestas como meter la cabeza al waters por un ca-chi-pun y tirar la cadena. Vi a una persona llegar al colegio con los ojos morados, nariz rota y un par de puntos en la cara, caminando por el medio del patio, con lentes. Tiempos de los piños y el hip hop, rayar las calles y correr, sólo que a Maloni (su tag) lo pillaron y le sacaron las cresta en la calle. Una vez un loco desmayó a una mina con esa técnica de apretar una parte de la clavícula y la vi caer al suelo, mientras otro grupo de locos se reían. Pero lo más impactante, fue ver como a un tal Donato, lo metía en una sala y le tiraban sillas en la cabeza, y todo porque le agarró el culo a la hermana de Murphy.
Una vez salí de clase y fue al baño, los grades le decían “el pantano”, y de hecho, en la fuente donde uno mea parado, estaba dibujado un pantano, con un cocodrilo que mostraba los ojos y la cola. Uno se entretenía mirando los dibujos mientras meaba. Cuando entro al baño, están dos compañeros de mi hermano grande y me saludan "buena guagua chico". Uno de los dos se llevó un pito a la boca. Yo sin saber de qué era ese olor, entré a hacer pipí. Miro la pared y hay una fila de personitas dibujadas a palitos, uno tras otro con el pico parado que se representaba por una pequeña raya. En el medio del trencito, uno que no tiene pico, sobre él una flecha y sobre la fecha el nombre o apodo escrito "el petaca", amigo de la familia que vemos hasta el día de hoy.
En mi curso estaba Javier Donoso, un chico problema, enojón, ritalín, violento. Tanto así, que un día le enterró un lápiz en la frente a un compañero. El lápiz le quedó colgando de la frente. Otro día, el mismo niño, le pegó una patada en la guata a la profesora Rosario, que tomó un curso más chico para soportar el estrés de estar embarazada. De hecho, el primer día de clase Siegfried, un volao, le estaba pegando a un compañero, a Javier, y salí en su defensa. El loco me pegó un par de patadas en la raja, hasta que llegó Rodrigo, un compañero de curso que debería ir en 4to y no e 2do, que le pegó un par de charchasos y así nos dejó tranquilos a todos. Toda una selva de bullying.
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