martes, 7 de septiembre de 2010

Loco Freddy


Las palomas del centro son cuáticas, especialmente las de Plaza de Armas. Cómo caminan entre la gente, calculando el tiempo y velocidad al caminar, sólo para no cruzarse en tu camino. No vuelan. Si vas caminando a un paso ligero, con un destino en mente, cruzando la plaza pensando en mil cosas antes de estar preocupado por no pisar una paloma, no vuelan, te esquivan. Tienen la conciencia de que son una plaga, ratones con alas, y al igual que todos, lucha por no ser aplastado por un zapato más grande.

Antes de llegar a la plaza, caminé todo Bandera en búsqueda de la polera exclusiva para cada gusto. La encuentras entre los mares de la ropa americana. Un acierto. Miras por ambo lados, buscas piquetes, manchas. No, no tiene nada. Sonrisa. Te la pruebas, te gusta, te la llevas. Simple.

Hace diez años iba con el  negro a Bandera. Unos pelusones. Siempre lo hemos sido. Íbamos a pelarnos poleras de poliéster, esas que brillan. Yo me llevé una de color verde y manga larga, con puños y cuello blanco, a lo funky. Yo buscaba la ropa exclusiva para subirme a "tocar" (catar rap, o sea, rapear en un grupo: k.a.r.m.a.). Grandes momentos.

Salgo de la tienda satisfecho. Buena compra. Subo por Santo Domingo hasta Ahumada. Doblo a la izquierda y voy contra la corriente, me dirijo a Plaza de Armas. Todos caminan y saben a donde van, rápido, esquivando personas con el objetivo de tocarse lo menos posible, ni un rose sería perfecto. No camino muy tranquilo, billetera y celular en los bolsillos del frente, si alguien camina cerca tuyo por un pequeño momento, se lanza la mirada recriminadora. Qué no me roben.

Y es que me bajó la pendejería y no fui a clases. Me fui al centro a mirar a la gente, los edificios. Traté de pasar inadvertido entre la corriente, pero no pude, mi pinta no era de trabajo y mi cara muy seria. No sé por qué, el centro es muy loco y uno se puede encontrar con cualquier cosa. Por ejemplo: a la salida del Eurocentro, sentado en la maceta de los árboles, un viejo de 80 años, vestido con bototos negros, pantalón de jeans pitillos, polera blanca, suspensores rojos, chaqueta de cuero y pelo panki. Era quizás el primer panki de Chile. Los lentes poto de botella y el mentón para adelante, sacando el labio superior como un papiche. Las cejas chatas. Sentado con las piernas abiertas, las manos se apoyaban en cada rodilla, con los puños cerrados. Miraba fijo a quien lo perturbara con la mirada. Él sabía que era el vicho más freek de Paseo Ahumada.

Cuando estudiaba en el centro, en la Universidad Alberto Hurtado, tomaba la 217 todas las mañanas, a las 8. La micro bajaba por un costado del Cerro Santa Lucia y yo iba sentado en el último puesto, el de al medio. Un caballero de traje gris se para y toca el timbre para bajarse en Metro Universidad de Chile. Al mismo tiempo, se paran 3 tipos: uno en el pasillo, tapando la vista, era el matón por el porte. Otro que baja al segundo escalón de la puerta trasera, le da la espalda al vidrio y mira al caballero de por lo menos 80 años. "Yo lo ayudo a bajar señor" y le toma ambas manos. El abuelito agradece casi sin mirar. Y el tercer tipo le pone una mano en el hombro y le dice "caballero, yo también bajo acá" y con la otra mano le  revisaba todos los bolsillos. Mientras, yo, ahí, de frente mirando todo. El tipo que hurtaba me miró, sabía que lo estaba viendo robar. Pero al mismo tiempo, enfoco un poco más atrás y está el matón mirándome. Se miran entre ellos  y me miran. O sea, si hacía algo, llegaría a mi casa distinto a cuando me fui. Me bajé en los Héroes, mi estación.

En el centro hay que andar vivo. Se ve en Plaza de Armas, gente que está todo el día ahí, de allá para acá, paseos raros. Cruzan la plaza, hablan con alguien. Otros simplemente están, y aunque no hagan nada y estén sólo sentados, en algo andan y cachan toda la movida. Son los personajes de la primera plaza.

Ir a Plaza de Armas y no contemplar el arte que se hace, no ver jugar ajedrez a los viejos en la gran pérgola, vagos, cesantes, solteros, es no conocer quizás lo más puro de la ciudad: su corazón dañado por la gente, la historia, el tiempo y los terremotos, el cementado modernismo, el progreso. Y ahí están los viejos, jugándose la vida en  apretar el reloj y ocupar menos tiempo, quizás todo el que han visto pasar. Acelerando las jugadas, cada vez más rápido. Las piezas vuelan del tablero. Un peón llega al otro extremo de la cancha y salva a su reina. Tiempo. Ahora es una persecución a muerte. Una pieza corre dos jugadas antes por su vida, pero es muy tarde. Tiempo. La reina de donde esté come a la torre. Tiempo. Fin del juego. Se dan la mano. No se hablan, se van.

Son las 3 de la tarde y me siento. Veo un vago durmiendo. Dos. Tres. Veo un viejito con una corbata de bandera chilena y un casco de construcción rojo. Camina pero va bailando a la vez. También veo a una vieja loca, rallada como cebra. La vieja mostraba las tetas, flácidas, caídas, arrugadas, si es que alguien la wueviaba por estar meando en una de las jardineras de la plaza. Después, sin cerrar su camisa, te levantaba el dedo del medio mientras se iba a su banca. También estaba el clásico tipo evangélico, con su micrófono y un carrito con un parlante, llorando la enseñanza de su señor. Los mimos culiados que te imitan por la espalda hasta que te das cuenta porque la gente te está mirando y ríe. El centro es una pecera. De día cardúmenes de color jumper, de pelo negro y la misma chasquilla. El rapero de 30, solitario, pero fiel a su ropa que lo identificó en algún momento. Los peces color vestón nadan con el café y el diario bajo la aleta. Van al café con piernas. Los pingüinos llevan todo tipo de cosas colgando y accesorios de colores en la cara, cuellos y muñecas. Los pulpos ladrones. El pez gordo roza. El retén es la ballena, la micro verde musgo el tiburón. Los vagos son el coral duro, el musgo que vive en la roca. Las pinturas, el auto retrato, la foto en el pony de madera, el chinchinero, el organillero con el loro que te lee la suerte, el centro es una gran pecera.

Caí por efecto polilla, de lejos vi una muchedumbre reunida y me fui a meter. Me salió el chileno metido, copuchento, a ver qué pasa Son más de cien personas viendo el show del Loco Freddy. Se tira unos monólogos. Es rápido con la mente y juega con el momento: los gritos, las miradas, los que se ríen, los que no. Los que pasan por el medio se gana un columpio gratis.  Es un show callejero de monólogos bizarro-ordinario.

"Cuando cuento que tengo 7 hijos, la gente me pregunta si con la misma. Puta. Les respondo que con la misma tula" mientras hace el gesto de agarrarse la tula, la gente se  caga de la risa. "Una vez tuve una mujer que amé, pero llegó un extranjero, le ofreció coca y la weona se fue. Qué hice yo como hombre enamorado, macho afligido, le puse un cabro chico y qué pasó, la weona me cagó. Llegó un oficinista, le ofreció plata y la weona se fue. Qué hice yo, le puse otro cabro chico y que pasó”. -La weona te cagó- responde un cabro del público y el Loco Freddy la pesca y sigue-. “Y qué hice yo como macho reprimido, le puse otro cabros chico. Saben qué, la weona me cagó con otra weona. Cagué. El amor entre minas… Uff. A ver... ¡¿Weón hay visto dos lapas pegadas, como en la playa?! Estoy cagado, ahora soy hombre soltero y weón con tres niñas que alimentar” y todos se cagan de la risa.

Después de explicarle las técnicas kamasutricas a un caro de 20 año, el Loco Freddy le mostró todas las posturas que hay para “meterle el pico a una mina”, dice "ya cabros, este es el último chiste y ya saben, no hay nada que falle si a la mina le  bajai el solcan, le abrí una patita pa allá, otra patita pa acá y le metí la lengua en la sopa. Y no seai weón que ay que esta wea está hedionda vo te metí a  lo choro weón" y él se figuraba con mímica y expresiones corporales, metiéndole una zapato en el choro, después una mano, los codos, la tula y al final  la cabeza. Todos están cagados de la risa.

"Antes del verdadero último chiste, voy a llamar a mi secretaria (una gordita con un culo gigantesco). Carin porfavor puedes pasarme los disco 1 2 3 que están en el piso porfavor" la mina se agacha a buscar los cedes y el Loco Freddy tira la talla "la media raja" y el loco saca aplausos.

"Un weón se metió con un mina y cuando estaban en la cama la mina le pidió al weón que apague la luz. Ya po. Piola por qué no. El loco, porque ustedes ya saben, bajó el solcan para chuparle la sopa y en esas, a la mina le llegó la regla con todo, chorro, grifo y hasta con jalea oriental y weas (las mujeres se tomaron la frente, la mayoría de los hombres no cachó la talla). La mina igual la gozó y se hizo la weona. Y ahí estaba el loco, con la geta toda choreada. El weón no cachaba ni una wea. El weón pensaba que la estaba haciendo toda, tenía a la mina terrible mojaa, todo un campeón. Después de la penetración, el weón se quedó raja dormido, borracho. La mina se levantó, se fue chorreando al baño, dejó un caminito. Se limpió y se fue. El weón se despiertó, cachó una posa de chocolate en la cama, gigante y el loco piensa que la mató. Chucha que soy weón, maté a la mina, pero dónde está. Y el weón ve el caminito al baño, lo sigue. Llega al baño y está todo manchado, murallas, piso, water. el weón se preguntó qué wea paso acá, dónde está la mina y cuando se miró al espejo dijo ... chucha me la comí" gracias gente eso fue todo por hoy, chauchera. 

1 comentario:

  1. no ta ble
    notable
    notabl
    e
    notable

    qué manera de disfrutar esta historia
    gran relato
    gran relator

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