Subía por Isabel La Católica, manejando mi mosquito. Hasta 40 k/h. Claro que yo era de los pisteros. En la roja era el rey. Un estanque de 1 litro y medio me bastaba para una semana entera. La mezcla aceite-bencina, un cuarto por litro.
Era de noche, estaba armado con mi casco y me dirigía a mi casa. Había tomado 3 vasos de tinto. También había pasado un ramo de historia. Justo en el cruce de Manquehue e Isabel la católica, giré la vista para ver si venía algún auto, olvidé que mi acelerador se queda pegado y choco de frente con una cuneta.
Al otro día, al sentir mis heridas, recreé la escena.
Por física, salí disparado pero giré por no soltar el manubrio, hasta que mi cara chocó con el cemento. Fue lo primero. Mi pómulo y frente del lado izquierdo sangraban. La mosquito me cayó en la espalda y fisuró una de mis costillas. Después de dos días de reposo me pude mover. Una momia en la cama. Finalmente mi dedo gordo de la mano izquierda también salió herido, se dislocó. El dedo estaba para atrás, pero metido hacia adentro.
Sentí que descansaba. Era de noche y miraba el cielo un poco estrellado. Pude haber estado en cualquiera de mis vacaciones, pero no. Estaba tirado en el piso, rasmillado, dislocado, fisurado, de espalda al cemento tibio.
Después del accidente, decidí dejar las pistas. También el alcohol por un momento. Mi carrera como piloto hasta ahí no mas llegó. Sé que volveré, pero esta vez intentaré con una moto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario